Chicos, muy buena la misa del finde.
Felicitaciones porque todo salio muy bien y con mucha energía. Especiales para Leo, Karen y Sheila y Florencia que pusieron el cuerpo y que nos mostraron que no es tan difícil (o si?)
Va una historia para revisar cómo vemos las reglas en nuestra casa, y cómo nos llevamos con nuestros papas.
Esta historia no es nada personal ni va dirigida a nadie en especial pero está muy buena y por eso la comparto.
Mis papás no me dejan tener novio
Me llamo Carolina y tengo 14 años. Hoy, después de clases, me pasó lo más extraordinario que jamás me ha pasado.
Enfrente de mi salón está el aula de los de tercero de secundaria y allí estudia el chavon más copado que te puedas imaginar. Se llama Eugenio y tiene 15 años. Todos los días charlamos antes de entrar a clases; luego, durante el recreo, estamos casi todo el tiempo juntos y, a la salida, nos sentamos juntos en los escalones del colegio para esperar a que lleguen por nosotros.
En fin, nos llevamos súper bien y siempre me hace reír. He soñado con él desde que empezaron las clases y hoy, por fin, se me declaró.
Al principio no lo podía creer, me quedé como zombi... y cuando estaba a punto de decirle que sí, me acordé que en mi casa no me dan permiso de tener novio hasta que cumpla dieciséis. Le dije que tenía que pensarlo y que mañana le daría mi respuesta.
Cuando llegué a mi casa le conté a mis papás todo lo que pasó con Eugenio con la esperanza de que me dieran oportunidad para andar con él. Les hablé de lo bueno que es, que nunca se pone borracho en las reuniones y que jamás dice malas palabras enfrente de las chicas.
Aún así me dijeron que en la casa existen reglas establecidas que se deben respetar y, una de ellas, es la de tener novio hasta los dieciséis. Yo me sentí como sumergida en una botella de ácido muriático. No entendí porqué estaban tan aferrados a esa regla y me enojé muchísimo con ellos, les grité que ya no era una bebita y que podía tomar mis propias decisiones. Acto seguido, me fui a mi cuarto y pegué un portázo, tan fuerte, que seguramente temblaron las ventanas de toda la cuadra.
Estuve llorando un rato sobre mi cama. Al cabo de quince minutos llegaron mis papás y tocaron a mi puerta. Yo ya estaba mucho más tranquila para entonces y hablé con ellos. Fue una de las mejores conversaciones que hemos tenido.
Mi papá me dijo que él, como hombre, conoce muy bien el mundo en que vivimos y le preocupa que alguien pueda lastimarme o engañarme; que los hombres a esta edad no piensan igual que las mujeres, y que podía resultar herida al llevarme una desilusión. Me aseguró que los dos sólo desean lo mejor para mí y que si me dicen que no puedo tener novio no es por arruinarme la vida, sino porque me desean lo mejor.
También me dijeron que no están cerrados a la idea de que pueda tener novio, simplemente están esperando que yo esté preparada para ello. Con esto se refieren a que debo comprobarles, con hechos y no palabras, que soy responsable y que pueden confiar en mí.
Cuando salieron de mi cuarto me sentí mucho mejor. Yo sé que mañana le tendré que decir a Eugenio que no, pero la amistad con él continuará y eso es lo importante.
Sé que no es suficiente tener cierta edad, sino cierta madurez, para empezar un noviazgo. Sé que parte de la madurez viene de la edad, y que talvez tendré que esperar. Ahora, debo prepararme bien para cuando llegue ese momento, y demostrar a mis papás que de verdad pueden confiar en mí.
Primero, y aunque suene horrible, tendré que cumplir con mis tareas y trabajos del colegio, pues salir bien en las calificaciones es la principal consecuencia de una actitud responsable. Además, invitaré a mis amigos a la casa, especialmente a Eugenio, para que mis papás los conozcan y vean que no son nada del otro mundo; seré muy sincera con ellos, o sea, les diré a dónde voy y con quién, sería pésimo que me descubrieran en una mentira pues se vendría abajo todo mi esfuerzo. Sobre todo, ya no haré mis berrinches, ni me pondré a gritar como una loca porque eso sólo demuestra que sigo siendo una bebé.
Estoy segura que después de esto mis papás se darán cuenta de que pueden confiar en mí. Yo sé que no se logra de la noche a la mañana; se requiere mucho tiempo, pero si soy perseverante lo lograré. Ya entendí bien que mis papás realmente buscan lo mejor para mí y no son obstáculos como yo pensaba, más bien son mis aliados.
Lupita Cervantes
masalto.com
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