miércoles, 5 de octubre de 2011

Necesito un psicologo

... decimos muchas veces

"Señor, mi corazón no es orgulloso, ni son altivos mis ojos; no busco grandezas desmedidas, ni proezas que excedan a mis fuerzas."
Salmo 131:1

La joven madre trabajaba en la cocina con destreza admirable. ¡Cuántas cosas lograba hacer con sólo una mano! En una sostenía a su bebé y con la otra abría cajones, sacaba platos, tazas y cubiertos, y preparaba café.


Y mientras el aroma de café recién preparado llenaba la cocina, ella tatareaba una dulce canción de cuna. Finalmente nos sentamos a degustar de una taza de café y de la mutua compañía. Entonces me di cuenta que a pesar del ajetreo, su niño había estado dormido todo el tiempo.

¡Si tan sólo yo pudiera dormir con tal paz a pesar del caos que me rodea! ¿Qué secreto se halla escondido dentro del corazón de este pequeñito?

El Salmo 131:2 ofrece la respuesta, "He calmado y aquietado mis ansias.  Soy como un niño recién amamantado en el regazo de su madre".

¡Cómo quisiera escapar los retos de la vida! A veces siento como que la fuerza y la frecuencia de las pruebas que me atormentan son demasiadas, hasta el punto en que tengo miedo de morir. Y en mi angustia le dije a Dios: "¡No puedo más, Señor! ¡Ayudame! ¿Cómo voy a enfrentar todo esto?"

Y el Señor susurra a mi oído: "Aquieta tu alma, como un niño recién amamantado descansa en el regazo de su madre".

Si las tormentas de la vida te amenazan hasta el punto en que sientes como que no puedes más, y - como yo - te sientes tentado a darte a por vencido, ¡hazlo!

¡Date por vencido!

Rendite a los pies del Señor. Y como el niño que descansa en los brazos de su madre, descansa en los brazos de tu Padre - ríndele tus problemas, confía, descansa y repite

"Señor aquieta mi alma, como un niño recién amamantado descansa en el regazo de su madre"



Adaptado de un texto de Van Walton

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