se puede ver y mostrar a Dios, y Dios estará entre nosotros... Un lindo testimonio real que nos enseña mucho:
"Tenía que viajar de Resistencia a Rosario y, para ser sincero, estaba agotado. Volvía de unos días muy intensos de trabajo y me había hecho a la idea de que el viaje me serviría para descansar. Había calculado todo, qué asiento, en qué sector del colectivo poder estar lo más cómodo posible y realizar así “mi plan”.
-Pero “el hombre propone y Dios dispone”.
De hecho, al mismo tiempo que yo subió una familia completa: abuela, hija, tío y un nene de unos tres años, que literalmente invadió la parte baja, donde estaba ubicado mi asiento.
Encontrar lugar para bolsas, bolsitas, camperas: todo era un tema.
Mis compañeros de viaje colocaron sus cosas hasta debajo de mi asiento.
.
-Todo bien… durante los primeros cuarenta y cinco minutos, hasta que se sirvió la cena y el nene tuvo la idea de tirar los fideos por todas partes.
Se armó un revuelo, la abuela gritaba, la mamá también, el tío trataba de pacificar.
Un señor sentado detrás empezó a perder la paciencia. .
Uno de los choferes vino a recoger las bandejas y por un momento regresó la calma. Pero duró poco.
-Al rato, el nene comenzó a llorar. La abuela intentó tranquilizarlo, pero la mamá no estaba conforme y trató de apaciguarlo llevándolo a caminar por todo el colectivo. Pero no había caso.
La gente empezó a molestarse.
-Confieso que no me siento muy cómodo con los nenes chiquitos, pero me puse en el lugar de esa madre y me pregunté cómo amar en esa circunstancia.
Se me ocurrió proponerle un juego. El nene se enganchó enseguida. La mamá, bastante sorprendida, lo dejó jugar conmigo en el piso.
-Los demás pasajeros me miraban desconcertados: ¿integraba yo ese clan familiar? Y si no, ¿qué hacía ese grandote jugando con el nene?
El nene se distrajo durante un rato, pero luego volvió a impacientarse. Hacía falta otro juego… Cuando ya no sabía qué hacer, se acercó una señora joven y me relevó.
-De a poco, la modalidad se extendió al resto de los pasajeros: cada uno asumía por un cuarto de hora el cuidado del niño, bajo la mirada de asombro de la abuela que, por lo visto, no lograba comprender lo que pasaba. Acaso tampoco la mamá comprendía, pero sin dudas estaba aliviada.
-En cambio, quien comenzó a preguntar a qué se debía esa actitud fue el tío, con quien entablé una profunda y cálida conversación.
-En Santa Fe, el clan familiar bajó del colectivo en medio de la alegría general, pero no porque se iban, sino por una corriente amistosa y solidaria que se había instalado entre los pasajeros.
A mí ya no me importaba el hecho de que no pudiera dormir. La alegría por lo vivido era mucho más grande.
-Al llegar a Rosario, un señor se me acercó y así se despidió:
“Gracias por esta lección. Fue importante para mí y para la relación con mis chicos. Yo viajo mucho, pero nunca me pasó algo así. Fue el viaje más hermoso”.
Salvador Quijana (Rosario)
http://www.radiomaria.org.ar/content.aspx?con=1488
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