Al poco rato llegó otra persona de la misma isla y al preguntar de donde venía dijo: - “Vengo de una Isla, muy grande y a la vez bella y acogedora”. También este hombre preguntó por algún parque vecino y le mostraron el mismo que al anterior. Cuando vio ese parque comenzó a alabar el color de las bancas, pues parecían un reflejo del cielo sobre la tierra. Y al ir caminando por las calles elogiaba a los habitantes por el cuidado que tenían de evitar el sol, con los frondosos árboles, plantados en las aceras. Luego al mirar las entradas de las casas con las cercas de madera reconocía el cuidado que tenían en esa isla por los niños.
¿Por qué este comportamiento tan distinto sobre la misma realidad? Sencillamente también existen los ojos del alma. Por algo leemos en el Evangelio que miramos la mota en el ojo ajeno y no miramos la viga que llevamos en el nuestro. Estamos acostumbrados a mirar siempre lo negativo de los demás y de la vida. Todas las cosas que llevamos por dentro las proyectamos a nuestro entorno. No sólo es importante tener pensamientos positivos sino a la vez un corazón noble y generoso que sea capaz de producir buenos sentimientos.
De jts comedor |
Resulta que en la Isla de este mundo las cosas bellas, las solidaridades, el amor en sus diversas manifestaciones es silencioso. Las buenas noticias aparecen en los sitios escondidos de la gran prensa y en la comunicación satelital. Pueden ser miles y miles los homicidas, pero son más numerosos los voluntarios de paz, de apoyo al desarrollo, a la salud en centros de salud y hospicios de todo tipo, las personas dedicadas a la atención de discapacitados, misioneros religiosos o laicos que entregan lo mejor de sus vidas por los demás. Por otro lado resistencias heroicas de los más vulnerables, las obras de arte de todos los géneros. Pinturas, esculturas, danzas, teatro, músicas, poesías, novelas. En definitiva la última palabra no la tendrá el mal sino el amor y la vida.
P. Efraín Aldana S.J.
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