Chicos:
Se viene el campamento de Infancia en el Camping de Santa Ana de Chajarí.
(solo carpas)
Arranca el viernes 23 de octubre a la tardecita (hay que estar antes para armar las carpas) y termina el domingo 25 a las 14:30
Vamos, a motivarse que va a ser una experiencia buenisiiisma...
Para el viernes vean sus programaciones y me avisan quienes estarían dispuestos a participar
Tus elecciones hablan por vos. ¡Conocé quién sos realmente!
miércoles, 30 de septiembre de 2009
miércoles, 23 de septiembre de 2009
Carta de alguien popular
Carta de alguien popular
Querida amiga:
Todavía te llamo amiga porque creo que en el fondo nuestra amistad es fuerte y fue capaz de soportar mi traición. Ya sabes que mi única meta era convertirme en alguien popular, que la gente me admirara, que las demás quisieran ser como yo y que todos los chicos guapos me invitaran a salir.
Recuerdo que tú me decías que eso no era importante, que yo era valía tal como era, que no necesitaba cambiar; pero yo seguía empeñada en que debía pertenecer al grupito de las líderes de mi colegio. Fue por eso que decidí gastar todos mis ahorros en crear una nueva imagen: únicamente ropa y zapatos de marca, corte de pelo a la moda y maquillaje caro.
No puedo borrar de mi memoria el día que llegué al colegio con mi nueva imagen, más sofisticada y llamativa; ustedes, mis mejores amigas, se acercaron a mí con asombro y estaban muy emocionadas por mi cambio de look, me felicitaron y me dijeron que me veía súper bien.
Yo ni siquiera les sonreí, me pasé de largo y las ignoré. ¿Cómo te podré pedir disculpas por aquella estupidez?, no sabes cuánto me arrepiento de haberlas cambiado a ustedes por un montón de niñas superficiales.
Realmente pensaba que comportándome de esa manera mi vida mejoraría. Sí, tal vez empecé a salir con puros galanes como toda niña popular, pero déjame decirte que no es como piensas: la verdad es que esos chicos salían conmigo, no por mi persona, sino porque era popular. Sólo buscaban que sus bonos subieran y entonces me dejaban. Claro que yo hacía todo lo posible por hacer creer que yo los había dejado a ellos. De otra manera mi imagen se hubiera visto terriblemente desprestigiada.
¿Te acordás de Viru, el muchacho que tanto me gustaba y que nunca me había hecho caso porque yo no era de su grupito? Un día me invitó a salir con sus amigos. Yo estaba emocionadísima porque este niño había sido mi amor imposible desde que lo conocí. Bueno, pues déjame decirte que me la pasé horrible: Viru no me hizo caso en toda la noche, se la pasó bromeando con sus amigos, fumando como locomotora y tomando hasta decir basta. Sólo me invitó a salir porque yo era una de las populares y como él sale con puras niñas así...
Como comprenderás yo me sentía muy sola y terriblemente vacía. Por eso me escondía detrás de un maquillaje perfecto o de la moda. Realmente extrañaba mucho estar con ustedes. Además, con los amigos que salía antes me sentía muy bien, tal vez no eran populares ni del grupo de los galanes, pero me respetaban y me querían por lo que era.
Todo este tiempo socialicé con grupos populares, iba a fiestas exclusivas y me rodeé de gente "con clase". Sin embargo, tengo que confesarte que entre más personas conocía, más sola me sentía.
Aquella gente no me quería por ser quien realmente soy, sino por lo que tenía para ofrecerles. Me ponían muchas condiciones para entrar en su círculo de amigos: dinero, clase social, vivir en cierta zona de la ciudad, traer carro, vestir a la moda y con ropa de marca, tener celular, etc. ¡Qué diferencia de ustedes, mis verdaderas amigas, que me querían y me aceptaban como era, sin condiciones!
Me alejé de ustedes porque quería ser popular. ¡Popular!, ¿sabes lo que resultó ser popular? Fue pasarme las horas poniendo etiquetas a los demás, juzgándolos por la forma en que se visten, presumiendo de cosas que en realidad ni tengo. Fue burlarme de las “cargadas” del curso, de los niños que no son lindos y de todo aquél que no perteneciera al grupito. Fue vivir preocupada por lo que me iba a poner al día siguiente, con quién iba a salir el sábado en la noche y qué lugar de moda visitaría. Fue asegurarme, a como diera lugar, de que el teléfono sonara constantemente en mi casa, porque según yo, eso medía mi grado de popularidad. Fue hablar todo el día de tonterías y superficialidades.
No, amiga, eso no es ser popular. Ser popular es ser querida por la gente tal como eres. Es popular quien actúa de acuerdo a lo que piensa y lucha por lo que cree; es alguien que se pone metas y las alcanza, cueste lo que cueste; es una persona segura de sí misma, que se quiere y se respeta por lo que es, no alguien que se quiere de acuerdo a su carro, a la gente con la que sale o el lugar donde vive.
Aquél que es verdaderamente popular es porque está seguro de que lo que hace es lo correcto y no daña, ni critica, ni perjudica a nadie. Es amigo de todos y con todos se lleva bien. Estoy segura que quien es así alcanzará metas más altas que muchos otros que se creen “populares”.
Me equivoqué. Confundí la popularidad con la superficialidad. Me costó mucho aceptarlo, pero por fin me di cuenta de que no llegaré a ningún lado si sigo con esta actitud. Ojalá que me quieran de nuevo como su amiga... les prometo que seré la de antes. Salúdame a todas y diles que las quiero mucho y las extraño...
Con cariño:
Ya sabes quién.
Adaptado de un artículo de
http://www.masalto.com/
Carta de alguien popular. Lupita Fernandez
Querida amiga:
Todavía te llamo amiga porque creo que en el fondo nuestra amistad es fuerte y fue capaz de soportar mi traición. Ya sabes que mi única meta era convertirme en alguien popular, que la gente me admirara, que las demás quisieran ser como yo y que todos los chicos guapos me invitaran a salir.
Recuerdo que tú me decías que eso no era importante, que yo era valía tal como era, que no necesitaba cambiar; pero yo seguía empeñada en que debía pertenecer al grupito de las líderes de mi colegio. Fue por eso que decidí gastar todos mis ahorros en crear una nueva imagen: únicamente ropa y zapatos de marca, corte de pelo a la moda y maquillaje caro.
No puedo borrar de mi memoria el día que llegué al colegio con mi nueva imagen, más sofisticada y llamativa; ustedes, mis mejores amigas, se acercaron a mí con asombro y estaban muy emocionadas por mi cambio de look, me felicitaron y me dijeron que me veía súper bien.
Yo ni siquiera les sonreí, me pasé de largo y las ignoré. ¿Cómo te podré pedir disculpas por aquella estupidez?, no sabes cuánto me arrepiento de haberlas cambiado a ustedes por un montón de niñas superficiales.
Realmente pensaba que comportándome de esa manera mi vida mejoraría. Sí, tal vez empecé a salir con puros galanes como toda niña popular, pero déjame decirte que no es como piensas: la verdad es que esos chicos salían conmigo, no por mi persona, sino porque era popular. Sólo buscaban que sus bonos subieran y entonces me dejaban. Claro que yo hacía todo lo posible por hacer creer que yo los había dejado a ellos. De otra manera mi imagen se hubiera visto terriblemente desprestigiada.
¿Te acordás de Viru, el muchacho que tanto me gustaba y que nunca me había hecho caso porque yo no era de su grupito? Un día me invitó a salir con sus amigos. Yo estaba emocionadísima porque este niño había sido mi amor imposible desde que lo conocí. Bueno, pues déjame decirte que me la pasé horrible: Viru no me hizo caso en toda la noche, se la pasó bromeando con sus amigos, fumando como locomotora y tomando hasta decir basta. Sólo me invitó a salir porque yo era una de las populares y como él sale con puras niñas así...
Como comprenderás yo me sentía muy sola y terriblemente vacía. Por eso me escondía detrás de un maquillaje perfecto o de la moda. Realmente extrañaba mucho estar con ustedes. Además, con los amigos que salía antes me sentía muy bien, tal vez no eran populares ni del grupo de los galanes, pero me respetaban y me querían por lo que era.
Todo este tiempo socialicé con grupos populares, iba a fiestas exclusivas y me rodeé de gente "con clase". Sin embargo, tengo que confesarte que entre más personas conocía, más sola me sentía.
Aquella gente no me quería por ser quien realmente soy, sino por lo que tenía para ofrecerles. Me ponían muchas condiciones para entrar en su círculo de amigos: dinero, clase social, vivir en cierta zona de la ciudad, traer carro, vestir a la moda y con ropa de marca, tener celular, etc. ¡Qué diferencia de ustedes, mis verdaderas amigas, que me querían y me aceptaban como era, sin condiciones!
Me alejé de ustedes porque quería ser popular. ¡Popular!, ¿sabes lo que resultó ser popular? Fue pasarme las horas poniendo etiquetas a los demás, juzgándolos por la forma en que se visten, presumiendo de cosas que en realidad ni tengo. Fue burlarme de las “cargadas” del curso, de los niños que no son lindos y de todo aquél que no perteneciera al grupito. Fue vivir preocupada por lo que me iba a poner al día siguiente, con quién iba a salir el sábado en la noche y qué lugar de moda visitaría. Fue asegurarme, a como diera lugar, de que el teléfono sonara constantemente en mi casa, porque según yo, eso medía mi grado de popularidad. Fue hablar todo el día de tonterías y superficialidades.
No, amiga, eso no es ser popular. Ser popular es ser querida por la gente tal como eres. Es popular quien actúa de acuerdo a lo que piensa y lucha por lo que cree; es alguien que se pone metas y las alcanza, cueste lo que cueste; es una persona segura de sí misma, que se quiere y se respeta por lo que es, no alguien que se quiere de acuerdo a su carro, a la gente con la que sale o el lugar donde vive.
Aquél que es verdaderamente popular es porque está seguro de que lo que hace es lo correcto y no daña, ni critica, ni perjudica a nadie. Es amigo de todos y con todos se lleva bien. Estoy segura que quien es así alcanzará metas más altas que muchos otros que se creen “populares”.
Me equivoqué. Confundí la popularidad con la superficialidad. Me costó mucho aceptarlo, pero por fin me di cuenta de que no llegaré a ningún lado si sigo con esta actitud. Ojalá que me quieran de nuevo como su amiga... les prometo que seré la de antes. Salúdame a todas y diles que las quiero mucho y las extraño...
Con cariño:
Ya sabes quién.
Adaptado de un artículo de
http://www.masalto.com/
Carta de alguien popular. Lupita Fernandez
viernes, 18 de septiembre de 2009
Reunion postergada
Chicos, feliz primavera. La reunión del viernes la vamos a suspender o mejor dicho la podemos trasladar al domingo a la noche. ¿Les parece si vamos a la misa del domingo a las 20:00? Aprovechemos para invitar a un amigo/a y celebremos ahí tambien.
Nos vemos.
Marcelo
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Nos vemos.
Marcelo
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jueves, 17 de septiembre de 2009
Confirmame
Confirmame
Siento que la vida se me acaba
Tú guardas silencio , se que estas ahí
Hoy mis enemigos se levantan
Tú guardas silencio, se que estas ahí
Tú me conoces, sin ti no puedo resistir
Cuando mis hermanos te proclaman…Jesús
No pasa el tiempo ya tu estas ahí
Veo a mis hermanos cuando sanas
Cada momento te pueden oír
Quiero ser tuyo. Confírmame…Jesús
Confírmame…que estas ahí
Quiebra mi orgullo y mi razón
Enciende el fuego de mi corazón
Enséñame quiero sentir
Que estoy muriendo poco a poco
Que solo tú eres quien vive en mí…..quien vive en mí
Ahora es cuando el fuego….se derrama
Ya no hay silencio, te toca hablar a ti
Ahora es cuando siento que me llamas
Ya no hay silencio, te toca hablar a ti
Quiero ser tuyo….confírmame
Confírmame…que estas ahí
Quiebra mi orgullo y mi razón
Enciende el fuego de mi corazón
Enséñame quiero sentir
Que estoy muriendo poco
Que solo tú eres quien vive en mí
Confírmame que estas aquí
Vive en mi…..vive en mi…..vive en mi
Confírmame Jesús, oh Jesús
Enséñame quiero sentir
Vive en mi…vive en mi
viernes, 11 de septiembre de 2009
Para charlar hoy...
El anillo
Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer
nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante
tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro sin mirarlo, le, dijo: Cuanto lo siento muchacho, no puedo ayudarte,
debo resolver primero mi propio problema. Quizá después...
-y haciendo una pausa agregó: si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver
este problema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
- E...encantado,- maestro- titubeó el joven, pero sintió que otra vez era
desvalorizado, y sus necesidades postergadas.
Bien, asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño y
dándoselo al muchacho, agregó- toma el caballo que está allá afuera y cabalga
hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es
necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de
una moneda de oro. Ve y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas. El
joven tomó el anillo y partió.
Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con
algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando
el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la
cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de
explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un
anillo. En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro
de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda
de oro y rechazó la oferta. Después de ofrecer su joya a toda persona que se
cruzaba en el mercado, más de cien personas-, abatido por su fracaso montó su
caballo y regresó.
¡Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro! Podría
entonces habérsela entregado él mismo al maestro para liberarlo de su
preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda. Entró en la habitación.
-Maestro- dijo- lo siento, no se puede conseguir lo que me pediste. Quizá
pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda
engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
-Qué importante lo que dijiste, joven amigo- contestó sonriente el maestro-.
Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al
joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y
pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se lo
vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil
con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
-Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender YA, no puedo darle más que
58 monedas de oro por su anillo
- ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡58 MONEDAS!!!!!!!!!!!!!!!!! Exclamó el joven.
Sí, replicó el joyero- yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de
70 monedas, pero no sé...si la venta es urgente...
El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido.
-Siéntate- dijo el maestro después de escucharlo- Tú eres como este anillo: una
joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede revaluarte verdaderamente un
experto.
¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño. Todos somos
como esta joya, valiosos y únicos, y andamos por los mercados de la vida
pretendiendo que gente inexperta nos valore.
Dedicado especialmente a mis amigos, que se esfuerzan día a día por pulir la
joya que son y descubrir su verdadero valor...
de www.educadormarista.com
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Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer
nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante
tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro sin mirarlo, le, dijo: Cuanto lo siento muchacho, no puedo ayudarte,
debo resolver primero mi propio problema. Quizá después...
-y haciendo una pausa agregó: si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver
este problema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
- E...encantado,- maestro- titubeó el joven, pero sintió que otra vez era
desvalorizado, y sus necesidades postergadas.
Bien, asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño y
dándoselo al muchacho, agregó- toma el caballo que está allá afuera y cabalga
hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es
necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de
una moneda de oro. Ve y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas. El
joven tomó el anillo y partió.
Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con
algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando
el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la
cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de
explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un
anillo. En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro
de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda
de oro y rechazó la oferta. Después de ofrecer su joya a toda persona que se
cruzaba en el mercado, más de cien personas-, abatido por su fracaso montó su
caballo y regresó.
¡Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro! Podría
entonces habérsela entregado él mismo al maestro para liberarlo de su
preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda. Entró en la habitación.
-Maestro- dijo- lo siento, no se puede conseguir lo que me pediste. Quizá
pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda
engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
-Qué importante lo que dijiste, joven amigo- contestó sonriente el maestro-.
Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al
joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y
pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se lo
vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil
con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
-Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender YA, no puedo darle más que
58 monedas de oro por su anillo
- ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡58 MONEDAS!!!!!!!!!!!!!!!!! Exclamó el joven.
Sí, replicó el joyero- yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de
70 monedas, pero no sé...si la venta es urgente...
El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido.
-Siéntate- dijo el maestro después de escucharlo- Tú eres como este anillo: una
joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede revaluarte verdaderamente un
experto.
¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño. Todos somos
como esta joya, valiosos y únicos, y andamos por los mercados de la vida
pretendiendo que gente inexperta nos valore.
Dedicado especialmente a mis amigos, que se esfuerzan día a día por pulir la
joya que son y descubrir su verdadero valor...
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